NO TENGO GANAS DE TRABAJAR Y NECESITO EXPRESARME AL RESPECTO.

TRIBULACIONES DE UNA PROCRASTINADORA

Necesito un compañero de trabajo. Alguien que me siente en la silla, me obligue a abrir la notebook, me ponga el expediente que odio frente a mis narices, despliegue el papelerío, y me corte definitivamente el acceso a Internet.
Acabo de darme cuenta que escribí “compañero” y no compañera, confirmo entonces que ando necesitando uno, y no una socia, que es la que tengo y que en estos momentos no ayuda para nada.
Es domingo y tengo un gran balcón terraza que en esta época del año y hasta finalizado el verano, le dará el sol de lleno durante toda la tarde. Hay una reposera, un par de macetones con plantas, y una manguera para regarlas. Debe haber unos treinta grados, pero tengo que laburar.
Hace un rato me llamó una amiga para hacer algo. Le dije que tenía un vencimiento, que me hubiera encantado, pero que tenía que trabajar con este expediente que odio. Lo detesto, es un juicio de mierda, para ser más elocuente. Lo que sospecho, es que terminará la tarde, y no habré tomado sol, ni salido con mi amiga, ni organizado algo de la casa, ni siquiera habré abierto el expediente de mierda, y tendré que quedarme días, mejor dicho noches en vela, escribiendo y angustiándome con esta apelación detestable.
Es de esos juicios en los que una se embarca para salir de la rutina, el que sospechamos terminará, si no en un leading case, al menos por lo novedoso merecería una publicación en las revistas del medio. Pergeñado hasta en el más mínimo detalle, con trama de telenovela, engaños, bigamia, causas penales, que lo hacían sumamente interesante. Ahora me representa una pila de papeles que merecerían morir en el sótano del palacio de justicia comido por las ratas. Es que me lo tiraron abajo en primera instancia, ahora tengo pendiente la apelación, y tengo la obligación de revertirlo, por mi cliente, pero sobre todo por mi orgullo. No me banco perder algo que había pensado, sería una joya y haría saltar a más de un escribano trucho.
Tuvo su parte buena. La parte investigativa fue de antología, me sentí la Sherlock Holmes de los registros públicos, las truchadas saltaban a la vista, y éstos no se iban a salir con la suya. Pero sí, parece que se puede ser trucho y salir indemne, y encima generarle una úlcera a la boga que se creyó paladín de la justicia.
Muchas veces me he cuestionado la vocación, a punto de largar todo al demonio, y arrancar con cualquier otra cosa lo más lejana a esta profesión. Pero cuando me vino este cliente y empecé la ivestigueta, me generó cierta adrenalina el desafío de afrontar un riesgo, y cuando terminé la demanda, la leí tantas veces, y admiré mi propia obra como si fuera la de un artista que logra casi la perfección. La vanidad, mi pecado favorito, diría Al Pacino, en "El abogado del Diablo".
Luego vinieron noches de insomnio, la prueba se iba produciendo un poco a mi favor, y otro poco al de la contraria, pensando en cómo se me pudo escapar esto o aquello. Después vino un expediente de ultratumba, de otra jurisdicción que aportaban mas pruebas apoyando mi demanda. Y por último sentí el filo de la espada en la nuca, cuando leí la sentencia que me transfiguró la cara al ver que otro pedazo de papeles amarillos, caído de otro planeta días antes de sentenciar, terminaron con las presunciones a mi favor.
Desde entonces estoy dilatando la ardua tarea, pero aún sin plazo a vencer, me fío en que tendré el próximo fin de semana, para otra vez, someterme a esta tortura. Pero será mi cumpleaños, y no quiero estar pensando en que debería estar cumpliendo con mi deber, en vez de festejar un año más que me acerca a la cuarta década. ¿Quién puede festejar eso? Si no fuera por mi hijo que le gusta soplar velas, lo pasaría como un domingo cualquiera, y entones …no se, ya ni se que estoy pensando con tal de no ponerme a trabajar.
Cuando era adolescente, odiaba las injusticias, todo tenía que ser equilibrado. Si yo cocino, entonces vos limpiás, por ser mujer no me encajes esa tarea, o ¿desde cuando tengo un cartel “sirvienta de la casa”? Discutía todo, y dejaba sin palabras al oponente, por lo general mi padre o mi hermano. Chica de carácter, era como se me calificaba, ¿y que iba a estudiar sino esta mierda de carrera? Maldito el día en que me convencieron que de esto iba a vivir.
Si era buena en matemáticas, y hasta recuerdo que el único 10 de mi carrera fue en sociología. Leer a Rosa Luxemburgo, a Hegel, o a Weber me resultaba tan ameno, simple, incluso lógico, que entender la mierda de la Teoría pura del Derecho de Kelsen.
¿Alguien cree por el amor de Dios que el derecho o la justicia se pueden teorizar? Después de leer tantas sinrazones para justificar el dictado de una norma, entendí que los juristas teorizan para darle entidad científica al derecho, y no parecer unos buscapleitos cualquiera. Si el Derecho, así con mayúsculas no es más que la justificación del poder de turno para organizar su política de estado. Las leyes romanas sobre la esclavitud y el derecho de gentes fueron muy convenientes por tomar sólo un ejemplo.
Ahora sólo pienso en sacarme este juicio de encima, que termine de una vez, que se acabe ya, para no agarrar uno así nunca más en mi vida. Con las complicaciones que ya tiene la vida misma, ¿a que pelotudo se le puede ocurrir laburar con las problemas de los demás? A un abogado, a quien más podría interesarle. Los psicólogos son otro tema.
Yo también puedo teorizar sobre esta profesión, con tal de no sentarme con este expediente.
Pienso, que si un abogado toma este caso, es porque es jóven y ávido de desafíos, que le va a generar además cierta sensación de poder, y se sentirá entonces un águila sagaz en medio de tribunales, eso repercutirá en sus hormonas, y le darán más ganas de coger.
Pienso que si una abogada toma este caso, es porque es joven y porque no está cogiendo bien, o simplemente porque no está cogiendo. Y con algo tiene que sentirse viva, o justificar tanto trabajo monótono, en algún lado tiene que generar endorfinas, si además no le gusta ir al gimnasio. Pienso, en fin, que es cierto, que en ese momento estaba recién divorciada y no cogía, y que si hubiera estado activa sexualmente o revoloteando moscardones a mi alrededor, hubiera pensado “¿para que agarrar este caso, si la estoy pasando de puta madre?” (vale el término puesto adrede)
Y entonces puedo concluir, que todo pasa por el sexo, el buen sexo, y que cuando vemos un abogado amargo y jodido que sólo tiene ganas de pleitear sin buscar la solución, se le puede decir que es mala leche.
Y si vemos una abogada, peladora, complicada, retorcida, y que se mete en camisas de once varas, podemos decirle que es una mal cogida.
¿O alguien puede dudar que Bill Clinton fue un buen presidente, y que De La Rua con esa cara de triste no tenía ganas ni de regar su bonsai? Es fácil deducir cuál de los dos sabe cómo pasarla bien. Y los dos fueron abogados, lo cual refuerza mi teoría.
Es que todo se reduce a sentirse satisfechos, y si no se puede con la profesión de uno, debería al menos poder con lo otro.
Feliz dia del Abogado.